sábado, 7 de febrero de 2009

En la pegaa

La verdad no entiendo bien que es lo que estoy haciendo aquí, en una oficina en el octavo piso de la galería Alessandri, específicamente en el depto. de contabilidad. Y es la hora de mi colación, pero no siento ganas de salir, sinceramente tengo ganas de hacer nada, más bien dar rienda suelta a lo que pienso mientras trabajo, mientras soy una maquina registradora y calculadora de numero. Verlo de ese modo me provoca crisis existencial, pero al fin del cabo no es tan triste por que estoy aquí solo desde las ocho treinta hasta las seis treinta de la tarde, bueno, casi todo el día. Esto ultimo creo que es lo que más me trae problemas, el hecho de pensar en que estoy la mayoría de mi tiempo realizando una labor que dudosamente traerá un provecho, o mas bien un aporte a la humanidad, lindos pensamientos que se ahogan en una silla que esta frente a un computador con una gran pantalla en dice “hp 7500”, una tasa de café con figuras que en algunas ocasiones distraen mi atención esas medias pintorescas tipicas de casa idea y otros mucho papeles revueltos en el escritorio.
Creo que todo seria un poco más tortuoso si Steve Jobs no hubiera fundado esa conocida marca de juguetitos, esa de la famosa manzana. Quien sabe que tonteras pensaría mientras trabajo si no tuviera este santo aparatito llamado ipod, este me anestesia de los ruidos sofocantes de los teclados de computador y los papeles, me hace llevar la mente a Bach, Beethoven y sobre todo a Chopin con sus desgarradores nocturnos. Cuando escucho la música pareciera que hasta las manos en el teclado danzan al son de los compases, al chirrido de los violines, cegadas de lo que en verdad están haciendo, marcando fríos y fomes números. Peor es que justo detrás de mi hay un par de señoras, de esas cotorras típicas de oficina contable, esas que no pierden oportunidad para decirte que no sabes y que si sabes lo haces mal. Apuesto mi vida a que ya han hecho alguna mueca dirigida hacia mí, con el objeto de expresar que soy el nuevo alumno en práctica, más bien el bicho raro de alumno en práctica que tocó esta vez. La verdad es que las cosas que digan o que dejen de decir me tienen si cuidado, en estos momento me limito a masticar una galleta de esas Vitalife con fibra y no se qué más, de esas galletas gay que venden en lo negocios.
La verdad es que en estos momentos me gusta imaginarme que me encentro en la noche, en el campo, sin luces viendo las estrellas, la magnificas e impresionantes estrellas. Cada vez que las veo es como si estuviera intentando descubrir lo indescubrible, los misterios que jamás debelare, eso me motiva más a observarlas y observarlas, es como si de entre ellas veré algo que saldrá y me llevara a algún lugar en el infinito fuera de este mundo, lejos de esta oficina, lejos de las cosas malas, de las cosas feas de este mundo. Por eso creo que cuando salgo a mirar las estrellas puedo estar horas ahí, esperando. No quiero asumir que la vida no es más que esto, que no existen los milagros, las fantasías, los duendes, las hadas, los vampiros, hombres lobos, etc. No quiero aceptarlo, son parte de mi fantasía, y supongo que por eso parte de mi vida.
A propósito de vampiros, ayer en la noche terminé de leer el primer libro de la saga de Stephanie Meyer, Crepúsculo, a pesar de todos lo contrarios a que leyera este libro indicándome que era un libro gay-mamón, aún así, con los comentarios de algunos de mis amigos a que no lo leyera, igual me gustó, esa historia imposible que te deja la esperanza en que las cosas que al parecer jamás resultarán, con dificultad igual resultan, el amor prohibido entre humanos y vampiros resultó, con un par de rasguños y quebradas de huesos, pero en el fondo resultó, y eso creo que fue lo importante. A el afán por terminar mi interesante lectura se debe que hoy tenga unas ojeras de los mil demonios y un sueño que pareciera que tan pronto coloque mi cabeza en la almohada no despertaré jamás. Supongo que este es un factor crucial en mi estado anímico, más que nada creo que solo lo empeora un poco más. Bueno, ahora no me queda más que continuar con las cosas inconclusas que dejé por leer Crepúsculo, como la Gaya Ciencia de Nietzsche, que encontré una tarde de invierno en una pseudo feria de libros en la facultad, lo digo por que me acuerdo que era sábado y no había casi nadie en la universidad, llovía hasta tal punto que el subterraneo tenia un par de goteras, por este motivo es que la mayoría de los libros estaba tapado y la señora se estaba yendo, ahí fue cuando me di cuenta que me quedaba la plata casi justa para viajar a Rancagua y por un momento quise desistir de mi adquisición, pero al ojear la primera pagina del libro y ver que hablaba del misterio de la naturaleza humana, cosa que para mi era -y es- un completo y absoluto enigma, me decidí a ojos cerrados. Los detalles monetarios se arreglarán después. Finalmente tuve que conseguirme dinero para viajar, pero por una noble causa, mi angustiosa búsqueda de respuestas.
Pasaron un par de meses para que un día decidí que era capaz de comenzar dicha lectura, y empecé a leer hasta que apareció este Best Seller de cuarta que me sedujo hasta tal punto de posponer mis dilemas filosóficos… no se si valió la pena, pero lo bueno es que creo que en estos momentos ya me encuentro un poco más lucido para poder continuar con mi lectura.
Que desgracia, en estos precisos momentos las luces se han encendido en toda la oficina, señal de que la tortura acaba de comenzar. A cerrar las pagina de EMOL y La Tercera –las únicas que no están bloqueadas- y a sacar la calculadora, el lápiz y las ganas de teclear números en el computador.
Hasta pronto, me espera una larga y desesperanzadora tarde de trabajo.
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