Algunos podrán decir que muchas de las cosas que viven son señales, señales del universo, no se, pero estos últimos días me han pasado cosas algo extrañas, o es quizá mi sugestión o búsqueda de algún propósito o algo parecido para mi vida. Con el trabajo, estoy aprendiendo a aceptar que la labor que realizamos es la forma por la cual deberemos ganarnos el sustento para poder permanecer en este mundo, una forma algo envolvente y absorbedora. Esto por que siempre creí que uno debía dedicar su vida a alguna labor que ayudara al resto de la sociedad, o si se podía al mundo, pero me dí cuenta que eso es definitivamente complicado y no a todos le toca la suerte de poder desempeñarse en una labora tal.
Estos últimos días he hecho algunas cosas que me han llevado a reflexionar sobre la forma de ayudar y contribuir al universo. El otro día, en mi hora de colación en el trabajo, fui a mi casa caminando por le paseo huérfanos hasta San Antonio, de ahí subí por monjitas y llegue a lo que es mi nueva casa. Todo iba normal hasta que de vuelta caminando algo apurado con una manzana en la boca, unas gafas de esas Jack antiguas y audífonos a todo volumen, ya estaba atravesando paseo ahumada y de lejos vi que a un señor se le cayo algo, una llave muy pequeña, la miré, y pensé que era algún tipo de basura, pero analizándola un poco más era una llave de esas de escritorio que le faltaba la parte de plástico negra. Recogí la llave y apuré el paso aun más, me acerque al señor, que estaba conversando con una mujer, ambos con tenida de oficina y le indiqué que se le había caído esa pequeña llave. En un acto rápido por cumplir con el objetivo de entregar lo que inconcientemente el señor había perdido, se la entregue y continué caminando sin espacio para agradecimientos ni nada por el estilo. Note en ese instante la cara de sorpresa que puso al mirar la llave y miro sorprendidamente a su acompañante, y mientras yo caminaba dándole la espalda oí el fuerte agradecimiento que hizo el señor, y agregó: ¡No sabes lo que se guarda con esa llave!... ohh, gracias!. En ese momento di vuelta mi cara y miré al señor para hacerle un gesto de saludo, y continué mi caminata. Al instante de sucedido eso, me pregunté que hubiese pasado si no hubiera notado esa pequeña llave que resbalaba por le pantalón del señor… ¿otra persona se hubiera detenido a entregársela?... la verdad no se, pero sentí alivio al saber que es que ayudó fui yo. Eso podrá parecer algo típico, sin importancia, algo que a todos nos debe suceder y tenemos la opción de ver lo que está pasando o simplemente pasar como si nada ocurriese.
Esto fue el viernes recién pasado, por la tarde salí temprano del trabajo y comencé las labores habituales de limpieza doméstica, una vez terminado, continué leyendo La Gaya Ciencia, aun que poco concentrado decidí pausar mi lectura por la noche y salir a dar una pequeño paseo por Lastarrias para ver los objetos que se venden a esa hora en esa mítica calle, luego de pasear por ahí y devolverme por el costado del parque forestal caminando lentamente por la acera oscura de esa calle, mientras caminaba con un cigarro en la mano, me preguntaba por el objetivo de todo, el objetivo de lo que me tocó vivir, el objetivo o propósito de lo que hago, sin respuestas llegue al departamento, solo por que mi amigo con el que vivo esta de vacaciones y mis amigos de la universidad también están todos fuera… quise ver televisión, pero el tv cable no funcionó, para peor suerte el computador no reconoce la señal de Internet del edificio, era el pero viernes de noche que tenia, estaba completamente aburrido, en ese momento uno de mis amigos me llama para decirme que estaba viajando del sur hacia santiago y que nos podríamos juntar el sábado en la mañana, ahí el fin de semana se intentó componer un poco, pero el aburrimiento estaba ahí, presente conmigo. Para pasar las horas de la noche comencé a ver revistas VD de el mercurio, legado de cuando tenia un poco más de dinero y estaba suscrito a ese periódico. Con mis problemas para conciliar el sueño seguí leyendo ese libro que no he terminado por la escasa disciplina que poseo. Finalmente decidí por acostarme y cerrar los ojos, así un extraño y confuso día había terminado.
Al día siguiente me levante algo temprano animado por la visita de mi amigo que está de pasada por santiago, ya que aprovechando al máximo sus vacaciones, parte a viña por un par de semanas más. Me conecté a msn con el ipod para saber alguna noticia de mi amigo, pero al parecer seguía durmiendo. Las horas pasaban y yo sin Internet en el computador, ni tv cable, era como una de esas tardes de verano de niño donde no sabias que hacer por el aburrimiento. Intenté hacer lo humanamente posible para pasar el tiempo solo, pero no podía, mi amigo supongo que seguía durmiendo, y lo entiendo, viajando toda la noche todos deseamos dormir en nuestra cama.
En un arrebato de soledad y desgano tome mi mochila y mi gastado bolso, y me dirigí al metro para tomar el bus para ir a visitar a mis padres en Rancagua, caminando lentamente por la vereda bajé la empinada y tosida escalera que conduce al metro, hasta la zona donde debemos pasar la tarjeta para ingresar, y mi tarjeta no estaba, comencé a buscarla lentamente hasta que luego de 5 o más minutos las encontré e ingrese al andén hacia dirección Baquedano, en ese momento el metro no aparecía y comencé a ver la parejas que en ese momento estaban ahí, conmigo, recordado con un poco de nostalgia que hoy es San Valentín, No me quedó más que envidiar el amor que se notaba que expiraban esos entes a mi lado. Al llegar a la combinación con linea 1 en dirección hacia San Pablo, al terminal de buses, con la mente en blanco y una mirada melancólica no quise sacarme los lentes de sol, escuchando música lamentaba estar solo ese día.
Al momento en que llegue al terminal de turbus e hice la fila para confirmar los boletos que había comprado con anticipación, en un recurso por conservar el dinero y no gastármelo en libro de la feria de libros antiguos de la U mayor como ya había hecho con el poco dinero extra que tenia, salí a los andenes donde se toman los buses, y quedaban todavía veinte minutos para partir, entonces no encontré otra mejor forma que contaminar mis pulmones con un cigarro, ahí fue cuando deambulando por el terminal, encontré mi lugar en una pared alado de donde venden galletas y cosas por el estilo, ahí comencé a ver como las personas pasaban, llenas de le bultos, algunos de ida y otros de vuelta de vacaciones… mientras miraba ahí, sentado en el suelo, una curiosa joven como de veinte años se me acerca, ahí fue cuando creí que iba a pedirme fuego o algo por el estilo, pero no fue así, esa joven de pelo claro y ropa deportiva, se agachó cerca de mí y no hizo más que enseñarme un doblado papel donde lo único que pude entender fue $ 3.000, en su mano izquierda puede notar una tarjeta del banco Estado. Me miró fijamente a los ojos y me indicó el papel, con extraños sonidos que salían de su boca entendí que tenía algún tipo de problema de comunicación y además necesitaba dinero. Al principio desconfié de ella, se me pasaron por la cabeza todas esas historias de estafas y robos que hacen engañando a sus victimas, pero al ver sus grandes ojos cafés mirándome con un tono de tristeza y preocupación, me decidí por ayudarle, pero yo tenía un problema, no tenía lo que al parecer me estaba pidiendo, dinero para viajar… ahí fue cuando se me ocurrió una idea que supuse que no tendría buenos resultados pero era mejor intentar, ir a un cajero automático para sacar dinero de la tarjeta que tenia el su mano, para ello intenté preguntarle si ya había probado con ir sacar dinero del cajero automático, ella me miró confusa, entendí que no comprendía lo que le decía, entonces le señalé la tarjeta y le indiqué con la mano donde había un cajero automático. En ese momento mi bus ya había parado en el anden doce, los ocupantes ya comenzaban a subir al bus, me impacienté. La joven me hizo señas indicando que le acompañara al cajero, yo le intenté explicar que mi bus ya estaba en el andén, pero no lo conseguí, al parecer no sabía ocupar los cajeros automáticos, una vez en frente de del cajero más cercano, le introduje su tarjeta, ahí fue cuando solicitó inmediatamente el código, ella confundida y dudosa tecleó los números uno, dos, tres y cuatro, al ver eso, pensé que el problema era más complicado de lo que parecía, y tenia razón, el cajero no le permitió sacar un peso de esa cuenta. No sabia de qué otra forma ayudarle, di una vuelta con la vista al terminal, y todos corriendo de un lado para otro, llenos de equipajes. Y me acordé que una vez cuando había perdido el bus por haber llegado tarde, en la oficinas de atención al cliente me dieron otro pasaje gratis, entonces le indiqué que fuera a esas oficinas, pero nuevamente al parecer no me entendió, en ese momento apoyó el papel en la pared y se puso a escribir. Con una letra algo temblorosa me escribió que era sorda, no podía escuchar. El problema ya se hacia un poco más entendible, a juzgar por como andaba vestida y su bolso, debió haber extraviado su dinero, o bien se lo habrán robado, imaginé. Entonces le pedí el papel y el lápiz y le pregunté a donde viajaba, con un notorio alivio por entender lo que le había comunicado, escribió Los Ángeles –que lejos, pensé-. Pero el tiempo pasaba y si no hacia algo en ese minuto, terminaría en similares condiciones que ella, sin pasaje y sin dinero. Decidí por acompañarle a la oficina de atención al cliente, a nuestra suerte no tenia clientes, solo un joven esperando por atender a alguien, ahí nos dirigimos inmediatamente hacia él y le dije con un tono de preocupación que aquella joven era sorda y necesitaba viajar, su tarjeta del banco no funcionaba y por ello no tenia dinero, demás le mencioné que mi bus ya estaba a punto de salir. Hice una pausa, y le pregunté derechamente si la podía ayudar, intentando descifrar algún gesto que indicara que este joven de atención al cliente dejaría a esta mujer a su escasa suerte, me dijo: “no te preocupes intentaremos comunicarnos con un familiar, anda para que no pierdas tu bus…”. El alivio inundó mi ser, no hice más que agradecer sinceramente al joven por ayudar a esta mujer. Antes de salir toqué a la joven para que me mirara, y cuando pude captar su atención le hice una seña indicando que el joven ahí presente le ayudaría y con la mano extendí el pulgar intentando expresar confianza y que todo saldría bien. Comencé a caminar rápidamente hacia los andenes, una vez fuera del edificio, me detuve y pensé en la posibilidad de que aquel joven no consiguiera ayudar a esta mujer, ¿Qué pasaría con ella? ¿Habré hecho bien en confiar en el joven de atención al cliente? Pero la suerte ya estaba echada, las condiciones eran estas, mi bus estaba a un minuto de salir y no podía darme el lujo de perderlo. Una vez arriba comencé a pensar sobre a cuantas personas habrá intentado pedir ayuda, el papel que llevaba en su mano tenia escritos en varios lugares, seguramente había intentado acercarse a más de una persona sin éxito, y finalmente había puesto sus esperanzas en aquel joven delgado que estaba solo en un rincón del terminal esperando con un cigarro en la mano y audífonos.
"El que está "en trance de conocer" no es sino un medio para prolongar la danza terrenal..."
sábado, 14 de febrero de 2009
sábado, 7 de febrero de 2009
En la pegaa
La verdad no entiendo bien que es lo que estoy haciendo aquí, en una oficina en el octavo piso de la galería Alessandri, específicamente en el depto. de contabilidad. Y es la hora de mi colación, pero no siento ganas de salir, sinceramente tengo ganas de hacer nada, más bien dar rienda suelta a lo que pienso mientras trabajo, mientras soy una maquina registradora y calculadora de numero. Verlo de ese modo me provoca crisis existencial, pero al fin del cabo no es tan triste por que estoy aquí solo desde las ocho treinta hasta las seis treinta de la tarde, bueno, casi todo el día. Esto ultimo creo que es lo que más me trae problemas, el hecho de pensar en que estoy la mayoría de mi tiempo realizando una labor que dudosamente traerá un provecho, o mas bien un aporte a la humanidad, lindos pensamientos que se ahogan en una silla que esta frente a un computador con una gran pantalla en dice “hp 7500”, una tasa de café con figuras que en algunas ocasiones distraen mi atención esas medias pintorescas tipicas de casa idea y otros mucho papeles revueltos en el escritorio.
Creo que todo seria un poco más tortuoso si Steve Jobs no hubiera fundado esa conocida marca de juguetitos, esa de la famosa manzana. Quien sabe que tonteras pensaría mientras trabajo si no tuviera este santo aparatito llamado ipod, este me anestesia de los ruidos sofocantes de los teclados de computador y los papeles, me hace llevar la mente a Bach, Beethoven y sobre todo a Chopin con sus desgarradores nocturnos. Cuando escucho la música pareciera que hasta las manos en el teclado danzan al son de los compases, al chirrido de los violines, cegadas de lo que en verdad están haciendo, marcando fríos y fomes números. Peor es que justo detrás de mi hay un par de señoras, de esas cotorras típicas de oficina contable, esas que no pierden oportunidad para decirte que no sabes y que si sabes lo haces mal. Apuesto mi vida a que ya han hecho alguna mueca dirigida hacia mí, con el objeto de expresar que soy el nuevo alumno en práctica, más bien el bicho raro de alumno en práctica que tocó esta vez. La verdad es que las cosas que digan o que dejen de decir me tienen si cuidado, en estos momento me limito a masticar una galleta de esas Vitalife con fibra y no se qué más, de esas galletas gay que venden en lo negocios.
La verdad es que en estos momentos me gusta imaginarme que me encentro en la noche, en el campo, sin luces viendo las estrellas, la magnificas e impresionantes estrellas. Cada vez que las veo es como si estuviera intentando descubrir lo indescubrible, los misterios que jamás debelare, eso me motiva más a observarlas y observarlas, es como si de entre ellas veré algo que saldrá y me llevara a algún lugar en el infinito fuera de este mundo, lejos de esta oficina, lejos de las cosas malas, de las cosas feas de este mundo. Por eso creo que cuando salgo a mirar las estrellas puedo estar horas ahí, esperando. No quiero asumir que la vida no es más que esto, que no existen los milagros, las fantasías, los duendes, las hadas, los vampiros, hombres lobos, etc. No quiero aceptarlo, son parte de mi fantasía, y supongo que por eso parte de mi vida.
A propósito de vampiros, ayer en la noche terminé de leer el primer libro de la saga de Stephanie Meyer, Crepúsculo, a pesar de todos lo contrarios a que leyera este libro indicándome que era un libro gay-mamón, aún así, con los comentarios de algunos de mis amigos a que no lo leyera, igual me gustó, esa historia imposible que te deja la esperanza en que las cosas que al parecer jamás resultarán, con dificultad igual resultan, el amor prohibido entre humanos y vampiros resultó, con un par de rasguños y quebradas de huesos, pero en el fondo resultó, y eso creo que fue lo importante. A el afán por terminar mi interesante lectura se debe que hoy tenga unas ojeras de los mil demonios y un sueño que pareciera que tan pronto coloque mi cabeza en la almohada no despertaré jamás. Supongo que este es un factor crucial en mi estado anímico, más que nada creo que solo lo empeora un poco más. Bueno, ahora no me queda más que continuar con las cosas inconclusas que dejé por leer Crepúsculo, como la Gaya Ciencia de Nietzsche, que encontré una tarde de invierno en una pseudo feria de libros en la facultad, lo digo por que me acuerdo que era sábado y no había casi nadie en la universidad, llovía hasta tal punto que el subterraneo tenia un par de goteras, por este motivo es que la mayoría de los libros estaba tapado y la señora se estaba yendo, ahí fue cuando me di cuenta que me quedaba la plata casi justa para viajar a Rancagua y por un momento quise desistir de mi adquisición, pero al ojear la primera pagina del libro y ver que hablaba del misterio de la naturaleza humana, cosa que para mi era -y es- un completo y absoluto enigma, me decidí a ojos cerrados. Los detalles monetarios se arreglarán después. Finalmente tuve que conseguirme dinero para viajar, pero por una noble causa, mi angustiosa búsqueda de respuestas.
Pasaron un par de meses para que un día decidí que era capaz de comenzar dicha lectura, y empecé a leer hasta que apareció este Best Seller de cuarta que me sedujo hasta tal punto de posponer mis dilemas filosóficos… no se si valió la pena, pero lo bueno es que creo que en estos momentos ya me encuentro un poco más lucido para poder continuar con mi lectura.
Que desgracia, en estos precisos momentos las luces se han encendido en toda la oficina, señal de que la tortura acaba de comenzar. A cerrar las pagina de EMOL y La Tercera –las únicas que no están bloqueadas- y a sacar la calculadora, el lápiz y las ganas de teclear números en el computador.
Hasta pronto, me espera una larga y desesperanzadora tarde de trabajo.
Creo que todo seria un poco más tortuoso si Steve Jobs no hubiera fundado esa conocida marca de juguetitos, esa de la famosa manzana. Quien sabe que tonteras pensaría mientras trabajo si no tuviera este santo aparatito llamado ipod, este me anestesia de los ruidos sofocantes de los teclados de computador y los papeles, me hace llevar la mente a Bach, Beethoven y sobre todo a Chopin con sus desgarradores nocturnos. Cuando escucho la música pareciera que hasta las manos en el teclado danzan al son de los compases, al chirrido de los violines, cegadas de lo que en verdad están haciendo, marcando fríos y fomes números. Peor es que justo detrás de mi hay un par de señoras, de esas cotorras típicas de oficina contable, esas que no pierden oportunidad para decirte que no sabes y que si sabes lo haces mal. Apuesto mi vida a que ya han hecho alguna mueca dirigida hacia mí, con el objeto de expresar que soy el nuevo alumno en práctica, más bien el bicho raro de alumno en práctica que tocó esta vez. La verdad es que las cosas que digan o que dejen de decir me tienen si cuidado, en estos momento me limito a masticar una galleta de esas Vitalife con fibra y no se qué más, de esas galletas gay que venden en lo negocios.
La verdad es que en estos momentos me gusta imaginarme que me encentro en la noche, en el campo, sin luces viendo las estrellas, la magnificas e impresionantes estrellas. Cada vez que las veo es como si estuviera intentando descubrir lo indescubrible, los misterios que jamás debelare, eso me motiva más a observarlas y observarlas, es como si de entre ellas veré algo que saldrá y me llevara a algún lugar en el infinito fuera de este mundo, lejos de esta oficina, lejos de las cosas malas, de las cosas feas de este mundo. Por eso creo que cuando salgo a mirar las estrellas puedo estar horas ahí, esperando. No quiero asumir que la vida no es más que esto, que no existen los milagros, las fantasías, los duendes, las hadas, los vampiros, hombres lobos, etc. No quiero aceptarlo, son parte de mi fantasía, y supongo que por eso parte de mi vida.
A propósito de vampiros, ayer en la noche terminé de leer el primer libro de la saga de Stephanie Meyer, Crepúsculo, a pesar de todos lo contrarios a que leyera este libro indicándome que era un libro gay-mamón, aún así, con los comentarios de algunos de mis amigos a que no lo leyera, igual me gustó, esa historia imposible que te deja la esperanza en que las cosas que al parecer jamás resultarán, con dificultad igual resultan, el amor prohibido entre humanos y vampiros resultó, con un par de rasguños y quebradas de huesos, pero en el fondo resultó, y eso creo que fue lo importante. A el afán por terminar mi interesante lectura se debe que hoy tenga unas ojeras de los mil demonios y un sueño que pareciera que tan pronto coloque mi cabeza en la almohada no despertaré jamás. Supongo que este es un factor crucial en mi estado anímico, más que nada creo que solo lo empeora un poco más. Bueno, ahora no me queda más que continuar con las cosas inconclusas que dejé por leer Crepúsculo, como la Gaya Ciencia de Nietzsche, que encontré una tarde de invierno en una pseudo feria de libros en la facultad, lo digo por que me acuerdo que era sábado y no había casi nadie en la universidad, llovía hasta tal punto que el subterraneo tenia un par de goteras, por este motivo es que la mayoría de los libros estaba tapado y la señora se estaba yendo, ahí fue cuando me di cuenta que me quedaba la plata casi justa para viajar a Rancagua y por un momento quise desistir de mi adquisición, pero al ojear la primera pagina del libro y ver que hablaba del misterio de la naturaleza humana, cosa que para mi era -y es- un completo y absoluto enigma, me decidí a ojos cerrados. Los detalles monetarios se arreglarán después. Finalmente tuve que conseguirme dinero para viajar, pero por una noble causa, mi angustiosa búsqueda de respuestas.
Pasaron un par de meses para que un día decidí que era capaz de comenzar dicha lectura, y empecé a leer hasta que apareció este Best Seller de cuarta que me sedujo hasta tal punto de posponer mis dilemas filosóficos… no se si valió la pena, pero lo bueno es que creo que en estos momentos ya me encuentro un poco más lucido para poder continuar con mi lectura.
Que desgracia, en estos precisos momentos las luces se han encendido en toda la oficina, señal de que la tortura acaba de comenzar. A cerrar las pagina de EMOL y La Tercera –las únicas que no están bloqueadas- y a sacar la calculadora, el lápiz y las ganas de teclear números en el computador.
Hasta pronto, me espera una larga y desesperanzadora tarde de trabajo.
domingo, 4 de enero de 2009
Al fin comienza otro año. ¡Otro más!, a veces me gustaría volver a aquellos tiempos en que el día se hacía interminable, donde debíamos buscar formas para pasar el rato, donde la tarde de sábado era una tortura y el domingo era eterno, esas tardes con la mirada perdida frente a la tv. Los días eran como semanas y las semanas eran como meses… pero hoy el panorama para mi es algo distinto, el tiempo se ha acelerado, no se porqué, pero cada día termino pensando en que no alcancé a hacer las cosas que pretendía. Estos últimos años han pasado casi sin darme cuenta, sé que aún soy un joven, pero también sé que no me daré cuenta cuando ya sea adulto. Que extraño…
A pesar de todo, existe un lugar en la tierra que hace que el tiempo se detenga, cuando vas sientes el viento y los grillos que zumban por entre las ramas. Ahí a pesar de las altas temperaturas, el calor no sofoca, el viento es fresco y limpio.
Cada vez que voy me ciento niño, creo volver a los recuerdos que viví cuando pequeño, al jugar entre los árboles y arbustos, al correr por el pasto y al terminar el día totalmente embarrado –y por supuesto con los retos de mi madre-.
Por la noche ese lugar se transforma en un santuario de estrellas, ahí puedes pasar toda la noche encontrando nuevas, mientras más miras más encuentras. Ese lugar tiene el techo más esplendido y misterioso que algún humano logró soñar. En la más absoluta oscuridad sientes la brisa que te toca como seda y los grillos que cantan como chicharras, a lo lejos sientes perros que ladran y más lejos aún aves que revolotean. En la noche este lugar es un santuario de la oscuridad, hace que tus sentidos de agudicen. Es la demostración más bella de la mística que existe en la oscuridad.
Ayer las estrellas me llamaron, salí a encontrarme con ellas, fue maravilloso. Miraba y miraba y cada vez aparecían más, ¡que espectáculo! Ahí me di cuenta lo pequeño que somos, y también entendí la oportunidad que nos entrega el universo que en la pequeñez más absoluta podemos ver lo fascinante del exterior. Me sentí como una hormiga dentro de un gran campo, donde hay miles y miles de insectos más, pero a pesar de ello igual existe. Mientras miraba no podía parar de pensar en lo vivido, en el año que se iba sin retorno, y no lograba terminar de dar gracias al universo por reír, soñar, llorar y sobre todo sufrir, por que me permitió encontrar una parte de lo que soy. Aprovechándome un poco de la situación, comencé a pedir a las estrellas que me regalasen un gran año, el que me permitiera seguir en mi camino de búsqueda de lo que aún no encuentro. Fue místico, para rematar la velada el cielo me regaló dos estrellas fugaces como respondiendo a mi plegaria. En ese momento fue cuando sentí que el universo me respondía, que me decía: esto es la vida, esto es vivir, no hay más… sentí fuertes deseos de quedarme ahí, viendo y viendo las estrellas, el cielo, la oscuridad… a pesar de lo oscuro y solitario que estaba me sentí tranquilo, sin miedo, confiado… fue mágico.
Una noche de maravilla, una noche de estrella. Que mejor forma de recibir el año, al alero del universo.
A pesar de todo, existe un lugar en la tierra que hace que el tiempo se detenga, cuando vas sientes el viento y los grillos que zumban por entre las ramas. Ahí a pesar de las altas temperaturas, el calor no sofoca, el viento es fresco y limpio.
Cada vez que voy me ciento niño, creo volver a los recuerdos que viví cuando pequeño, al jugar entre los árboles y arbustos, al correr por el pasto y al terminar el día totalmente embarrado –y por supuesto con los retos de mi madre-.
Por la noche ese lugar se transforma en un santuario de estrellas, ahí puedes pasar toda la noche encontrando nuevas, mientras más miras más encuentras. Ese lugar tiene el techo más esplendido y misterioso que algún humano logró soñar. En la más absoluta oscuridad sientes la brisa que te toca como seda y los grillos que cantan como chicharras, a lo lejos sientes perros que ladran y más lejos aún aves que revolotean. En la noche este lugar es un santuario de la oscuridad, hace que tus sentidos de agudicen. Es la demostración más bella de la mística que existe en la oscuridad.
Ayer las estrellas me llamaron, salí a encontrarme con ellas, fue maravilloso. Miraba y miraba y cada vez aparecían más, ¡que espectáculo! Ahí me di cuenta lo pequeño que somos, y también entendí la oportunidad que nos entrega el universo que en la pequeñez más absoluta podemos ver lo fascinante del exterior. Me sentí como una hormiga dentro de un gran campo, donde hay miles y miles de insectos más, pero a pesar de ello igual existe. Mientras miraba no podía parar de pensar en lo vivido, en el año que se iba sin retorno, y no lograba terminar de dar gracias al universo por reír, soñar, llorar y sobre todo sufrir, por que me permitió encontrar una parte de lo que soy. Aprovechándome un poco de la situación, comencé a pedir a las estrellas que me regalasen un gran año, el que me permitiera seguir en mi camino de búsqueda de lo que aún no encuentro. Fue místico, para rematar la velada el cielo me regaló dos estrellas fugaces como respondiendo a mi plegaria. En ese momento fue cuando sentí que el universo me respondía, que me decía: esto es la vida, esto es vivir, no hay más… sentí fuertes deseos de quedarme ahí, viendo y viendo las estrellas, el cielo, la oscuridad… a pesar de lo oscuro y solitario que estaba me sentí tranquilo, sin miedo, confiado… fue mágico.
Una noche de maravilla, una noche de estrella. Que mejor forma de recibir el año, al alero del universo.
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